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El gran error del capitán del Titanic

18/11/2020
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No se trata tanto de avanzar como de volverse hacia dentro.

(Richard Sennett: El respeto, 2003)

Titánicas quejas

Aún recuerdo el alivio que se siente, la primera vez que ves la película (viene spoiler), cuando el transatlántico británico roza la quilométrica porción de hielo que se quiebra encima de la cubierta del barco; mediocres rocas heladas con las que juegan los ingenuos amigos de Jack después del –uf, por poco nos hundimos y antes del –mierda, que nos hundimos de verdad.

“No pasa nada”, piensas; “Rose y Jack podrán seguir su tormentoso relato de amor más allá de las aguas”. Pero no. Un iceberg no es el bloque flotante de hielo que se ve encima del agua; un iceberg es mucho más que eso. El problema real era invisible a los ojos del capitán.

Hartos estamos de la finita historia de Leo y Kate; del engaño a medias; del “eh, que sí; que conectan”, “pero no, que la madre y el prometido son imposibles”, “aunque lo van a lograr cuando desembarquen”; “ay, que no desembarcan”, “ala pues; toma, que desembarcan antes de lo previsto”; “¿en serio se queda congeladamente sola flotando?”.

Imagino que mi pasión por la mediación empezó inconscientemente ahí; metiéndome dentro de la pantalla y previniendo al señor con gorra azul y barba blanca. Rogándole; susurrándole al oído “ahonde su mirada, por favor; sea previsor, no espere al último segundo para cambiar su dirección. Aún tiene tiempo”.

Vale, pero volvamos a la realidad actual

Algo semejante pasa con los conflictos ante los que nos encontramos los mediadores: desde la superficie es muy complejo resolver un problema; así que no nos quedamos ahí. Para poder alcanzar la comprensión de los distintos seres que tenemos delante, y así encontrar soluciones reales y válidas -para, posteriormente, alcanzar el acuerdo de mediación (que formidablemente le explica mi compañera María González)-, sabemos que es necesario investigar las profundidades.

Así pues, tal y como exponen Imma Armadans, Sandra Sacristán y Carles Cervera en el módulo 5 de la publicación Negociación y gestión del conflicto en las organizaciones, de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC):

La práctica mediadora observa y diferencia tres capas en el iceberg; lo que se ha bautizado como la pirámide PIN (Posiciones, Intereses y Necesidades).

  • POSICIONES

Se encuentran en el exterior y a simple vista; es decir, son aquello que afirman, que dicen querer o piden las partes.

Para su mejor comprensión, la entrada de diccionario que ofrece la Real Academia Española (de ahora en adelante, RAE) -que se acerca más a la visión mediadora- define el concepto de posición como una “postura, actitud o modo en que alguien está puesto”.

  • INTERESES

Estos etán situados justo por debajo del agua y hay que realizar un esfuerzo para poder verlos (un ratito de snorkel). Los intereses de las partes son aquello que desean; es decir, lo que realmente quieren: por lo tanto, el beneficio que obtendrían de lo que piden (posiciones).

La definición -más afín a la mirada mediadora- que le da la RAE a interés es la siguiente: “conveniencia o beneficio en el orden moral o material”.

Junto a las posiciones, son negociables; junto a las necesidades, es una de las capas donde podemos encontrar factores compartidos o complementarios entre las partes y, por lo tanto, un lugar magnífico para empezar a buscar soluciones.

  • NECESIDADES

Ubicadas en las profundidades, deberemos coger el equipo de submarinismo para descubrirlas. Las necesidades son lo mínimo básico -lo que deben vitalmente obtener las partes- no negociable; entendiendo que ello podría quedar cubierto mediante la obtención del beneficio (intereses) que conseguirían con lo que piden (posiciones), pero seguro que hay otras formas -si esa no fuera posible-.

La RAE dice de la necesidad que es “aquello a lo cual es imposible sustraerse, faltar o resistir”; y es aquí donde, sí o sí, siempre vamos a encontrar factores comunes entre los sujetos: desde las necesidades de crecimiento y desarrollo y hasta las más básicas, ya sean físicas -como la sed, el hambre y el descanso- o psicológicas -como la seguridad, el respeto e incluso el amor y la autoestima (no me etiquete de cursi en su mente, por favor, que se desprenderá del objetivo principal)- y, por lo tanto, donde reside la clave para encontrar la empatía entre las partes y remedios útiles.

La solución a los problemas suele residir más en cubrir una necesidad -de la que no solemos ser conscientes- y menos en conseguir aquello que pedimos desde nuestra posición: y es que de posición siempre se puede cambiar; de necesidades, no.

  • Y UN EJEMPLO

La curiosidad le irrumpe: ¿y cómo c****** se baja hasta ahí?, ¿verdad? Pues así mismo: preguntando.

Le voy a poner un breve ejemplo de bajada desde posición a interés en modo cuento: había una vez dos peques que discutían por una naranja, reivindicando lo mucho que –yo la necesito; –pero yo la necesito más. Alguien que pasaba por ahí les escuchó y se acercó: –¿para qué necesitáis la naranja?, les preguntó. –Yo, para hacer un pastel de naranja; –y yo, para hacer un zumo de naranja, contestaron. –Bien, les dijo, –para hacer un pastel se necesita la pulpa de la naranja, mientras que para el zumo se necesitan los gajos de dentro. Y fue así como se dieron cuenta de que podían usar esa sola naranja para obtener ambos beneficios: comunicándose; explicando sus para qués.

Podrían haberse tirado la naranja por la cabeza e irse a dormir con el cabreo encima pero, en vez de esto, vivieron una tarde feliz y comieron pastel de naranja acompañado con su rico zumo. Fin de la historia.

PD: no sé a usted pero, a mí, la mera especulación me dice que lo más probable es que sus necesidades fueran la sed y el hambre, con una pizca de búsqueda del placer -que otorga el sabor de la naranja-. Aunque quién sabe; tendríamos que preguntarles para no equivocarnos ;).

En busca de un acuerdo eficaz

Para poder alcanzar el acuerdo ideal, necesitamos dos formas de eficacia: por un lado, la jurídica y, por otro, la práctica; pues de nada nos servirá el contrato, por muy acorde con la Ley que pueda estar, si la voluntad -de cumplimiento- expresada por las partes no es a consciencia plena de todas sus consecuencias.

En otros términos, todo factor que no se haya tenido en cuenta, a la hora de redactarlo, puede ir en perjuicio de su cumplimiento real en el futuro: y, entre otras opciones, puede ser porque no cubra las necesidades de una o de ambas partes, pese a haber conseguido lo que pedía/n. Es decir, si no hay bajada de posición a necesidad -a través de la investigación conjunta-, puede ser que estemos descuidando el relevante hecho de que dicha petición (posición) no se corresponda con la necesidad que se busca cubrir en realidad -y, a mí, eso me suena a problema no resuelto y a acuerdo consecuentemente frustrado-.

Por esa razón, entienda que la indagación para poder descender a las profundidades de cada una de las partes es necesaria -siendo esencial tener en cuenta, para ello, todo aquello que le expliqué en el artículo anterior-. Y, le recuerdo que, ante el miedo a que pueda conocerse su intimidad -sean los que sean los intereses y/o necesidades que no quieran que salgan a la luz-, el proceso de mediación actúa bajo el amparo del principio básico de confidencialidad; por lo cual, toda información desvelada entre esas cuatro paredes se va a quedar ahí -como apunta el artículo 9 de la Ley 5/2012, de 6 de julio, de mediación en asuntos civiles y mercantiles-.

Resumiendo

Muchos de los acuerdos alcanzados por las partes acaban, de todas formas, camino de los Tribunales a raíz de su incumplimiento; es decir, por mucho que intenten evitar chocar con la punta del iceberg se acaban hundiendo. Mi consejo es que no sea como el capitán del Titanic. No se quede en la superficie; intente ver más allá de lo que sus sentidos primarios pueden apreciar para encontrar las soluciones reales, que no las platónicas.

Y, hablando de fenómenos naturales, el próximo mes va a entender a lo que me refiero al decirle que solamente truena cuando llueve -o cuando va a llover-.

Creación:

Mar Novellas
Mar Novellas

Mediadora y jurista.

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